martes, 10 de diciembre de 2013

Emilio Castelar y el derribo de la Candelaria

La estatua de Castelar, poco tiempo después de su inauguración

Hoy, entre comillas, es una delicia pasear por la plaza de Candelaria, si el humo de algún canuto no atenúa la fragancia de flores y plantas. No siempre fue plaza pública, paraíso de gorriones y cotorritas o escenario de juegos infantiles. 

Antes de que se derribara, en el solar, hubo convento e iglesia, denominada de la Candelaria. No hay lugar para describir las excelencias arquitectónicas del edificio, ni el patrimonio artístico que albergaba aquel conjunto histórico perdido para siempre por la orden de demolición del Ayuntamiento presidido por Fermín Salvochea. Sí que conviene recordar que hubo gaditanos que se opusieron a tal medida. 

La plaza Candelaria, sin la estatua de Castelar
Lo cuenta el periodista Antonio García de Arboleya en su artículo "25 años atrás", publicado en 1895. Por fin Salvochea requirió a la comunidad de monjas el desalojo. No había servido para nada una manifestación de gaditanas, feligresas y de la burguesía de la época, que imploraron al consistorio que se conservara el templo, y por supuesto , el culto. Nada que hacer. Se trasladó a Su Divina Majestad a las Descalzas, en la calle Feduchy. Imagínense la escena : las monjas llorando, el frenético desmontar de retablos y el traslado de imágenes. Por cierto que quien supervisó desensamblamientos y empaquetado de los bienes artísticos fue el pintor Pastorino. 

El alcalde Manuel de la Pinta, en 1932, en un acto en homenaje
a Emilio Castelar, al pie del monumento


En la calle, a las puertas del templo, cuenta García de Arboleya que "vociferaban las turbas" queriendo abrir las puertas y penetrar en la iglesia, con el pánico de religiosas y colaboradores. En todo esto hay una paradoja. Desde un altar desnudo García de Arboleya escribió un telegrama a Castelar, en un último intento por salvar la Candelaria. No sirvió para nada, el ilustre patricio desoyó al periodista. Una vez desalojada la iglesia, fue derribada. El solar de la Candelaria estuvo en baldío unos cuantos años, hasta que por fin se urbanizó la hermosa plaza que hoy disfrutamos. La paradoja es que la plaza se llamó Castelar, con una estatua del conspicuo tribuno. El que no impidió el derribo de la iglesia.

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