sábado, 21 de enero de 2017

El torero sin cornadas que murió de la picadura de un mosquito

Con 35 de sus 50 años en los ruedos, uno de los toreros más seguros de su tiempo -dicen que nunca sufrió una cornada- , encontró la muerte en La Habana, víctima de un mosquito en 1868. 

  Más concretamente una hembra de lo que entonces se llamó Cúlex, hoy Aedes Aegiptii, el mosquito diurno habanero. Entonces se desconocía el mecanismo de transmisión aunque en la misma Cuba lo estudiaba Carlos Finlay . Ese mosquito contagió a Cúchares  del vómito prieto, la temida por los peninsulares fiebre amarilla, endémica en La Habana y otros puertos del Caribe y Golfo de México. La "calentura de marinero" de los franceses.
  Afectaba más a los recién llegados de Europa, como Francisco Arjona "Curro Cúchares " para el toreo; el "Señor Curro" en su barrio, donde socorría todo el mundo y que ese año había visto menguada su fortuna y cómo su yerno, Antonio Sánchez "El Tato", le desplazaba del trato de primera figura en Madrid.
  Por eso aceptó ese contrato para seis corridas en La Habana que no pudo cumplir. A torear en América nunca había ido hasta entonces una primera figura. La picadura fue nada más llegar. Y a otros dos picadores y un banderillero de la cuadrilla, que también moriría: Mateo Cabrera "Velías". 
En la Habana estaba el matador gaditano José Ponce, que toreó en la plaza de Regla la semana antes. El 29 tenía que debutar Cúchares  en el coso de Belascoáin alternando con José Machío, pero cayó enfermo y no pudo ni vestirse. En la plaza, llena, se formó un gran escándalo. 
El doctor Redondo trató al torero, un hombre con experiencia que trabajó en Perú y Cádiz. Le prescribió sanguijuelas para "descargarle la cabeza" mientras el torero clamaba por su mujer y sus cinco hijos. Hubo dos juntas de médicos en el alojamiento del torero, la fonda La Victoria. "Momentos antes de dejar esta mísera vida, dio grandes quejidos" dijeron los periódicos. Era las 2 y 40 minutos de la madrugada del 4 de diciembre de 1868.
  Al día siguiente, a las cuatro de la tarde, fue el entierro. Estuvo el torero de cuerpo presente en el Sagrario de la Catedral. El gobernador Gutiérrez de la Vega presidió el cortejo fúnebre. Cuatro toreros de la cuadrilla llevaban el féretro. Para colmo la prensa dijo que había muerto a los pocos días su mujer, María Reyes.
No era cierto. En 1883 la viuda dio poder al presidente del Círculo Taurino de La Habana para que trasladaran los restos del matador a Sevilla. Se había ofrecido el círculo, que afrontó los gastos, Currito, hijo del torero y famoso matador, escribió dando las gracias a los aficionados cubanos, que iniciaron los trámites. 
  Gracias al letrado José María Rodríguez Díaz, historiador del Derecho en nuestra ciudad y autor de varios libros sobre los gremios, asociaciones, prensa y censura y la desamortización civil, especialmente del XIX, publicamos la huella del paso de Cúchares  por Cádiz, existente en el Archivo Histórico Municipal.
  Los aficionados habaneros encargaron una urna de caoba y plata para los restos . Paco Frascuelo, el hermano del matador, viajó con la urna hasta Cádiz en el vapor correo "Habana". Embarcó el 25 de diciembre de 1884 y llegó el 9 de enero. 
  Del vapor, los restos fueron llevados a una balandra de de Esteban Delgado donde estaba a bordo el espada Manuel Hermosilla, los picadores José Trigo y Enrique Sánchez, el banderillero gaditano Francisco Ezpeleta, y el puntillero de Hermosilla, que no puede ser otro, creemos, que el cantaor Enrique el Mellizo
  En tren los restos llegaron a Sevilla donde el clero parroquial de San Bernardo los recogió en la estación. Tras un desfile multitudinario y las honras debidas con personalidades del toreo, las cenizas del matador recibieron sepultura en la iglesia de San Bernardo, bajo Nuestro Señor de la Salud -Curro había sido hermano mayor de su Hermandad- en una nicho no visible. Se cubrió con la misma lápida que también se había traído de Cuba. Alguien escribió en la pared: "Detrás de esta losa fría, yace un generoso hombre honrado, dichoso aquel que fuera llorado, sin dejar en la tierra un enemigo". 
  En los primeros años del Siglo XX, bajo mandato americano, se erradicó el vómito negro en Cuba. Y el toreo también.

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